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Las mujeres y nuestros mundos deslumbrantes

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"Voy a hacer una casa-mujer. Tendrá un interior y un exterior, de forma que podamos caminar dentro y fuera de ella. La estoy dibujando. Dibujándola y pensando en su forma. Tiene que ser grande y tiene que ser una mujer difícil, pero no tiene que ser un horror de la naturaleza ni una criatura fantástica con una vagina dentada. No puede ser una monstruosidad típica de Picasso o de De Kooning, tampoco una Virgen María. Ni una cosa ni la otra para esta mujer. No. Tiene que ser auténtica. Todo en ella debe ser importante. Y habrá personajes dentro de su cabeza, hombrecitos y mujercitas inmersos en diferentes actividades. Unos escribiendo, otros cantando, tocando instrumentos, bailando o leyendo largos discursos que nos produzcan sueño a todos. Quiero que sea mi Lady Contemplación en honor de Margaret Cavendish, duquesa de Newcastle, aquella monstruosidad del siglo XVII: una mujer intelectual. Autora de obras de teatro, novelas, poesía, cartas, filosofía natural y de una obra de ficció...

El vacío como verdadero abandono

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Está diluviando y las palomas, que han sido desahuciadas sin previo aviso, buscan cobijo apoyadas en los diminutos alféizares de las ventanas del "Cine Esperanza". Ha sido su zureo lo que me ha distraído de mis lecturas, algo que, a pesar de haber sido mis vecinas durante años, nunca había pasado. Tras las obras de mantenimiento del antiguo cine, se han cerrado las ventanas a cal y canto. El estado de abandono y ruina del edificio me partía el corazón, pero las obras no han conseguido arreglármelo, como yo creía. Éstas han consistido únicamente en la reparación de cuatro cristales rotos, el apuntalamiento de la estructura y la tala de un árbol que, como las palomas, se había adueñado del interior. Todo este trabajo se ha llevado a cabo para volver a dejarlo vacío, más vacío que nunca esta vez. Me pregunto de qué sirve ahora. Me pregunto si no deberían construirse palomares como los que uno se encuentra en los amarillos campos castellanos. Me pregunto por qué n...

Despertar

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Despertar. Ese momento en el que aún estás entre el letargo y la materialidad. De pronto, la plena consciencia te da un tortazo de realidad en la cara y el cortometraje que era tu sueño se evapora. Reflexión. Somos animales de costumbres, como los perros. Un cambio. Temblores, y también temores. ¿Un cambio en nuestra realidad o en nuestra realidad soñada, en nuestro soñar despiertos? Duele más este. Qué delgada línea separa al dormir y al despertar, al sueño de la realidad, a la mentira y a la verdad. Porque no invento nada. "Yo sueño que estoy aquí destas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son".

Gafas nuevas

El pasado miércoles cambié de gafas. Esta vez, a pesar de mis dioptrías, he conseguido por fin una buena oferta: por poco menos de trescientos euros me he llevado un par. Para quienes la naturaleza les ha dado un agudo sentido de la vista e ignoran por suerte los precios de las monturas y las lentes para altas graduaciones esta cantidad puede parecerles excesiva. Pero yo, miope desde los nueve o diez años, os aseguro que es una oferta cojonuda. Después de unos tres años con las mismas gafas empecé a ser consciente hace poco, aunque de manera sutil, de mi necesidad de arrugar los ojos para leer los subtítulos de una película o para percibir con claridad una señal de tráfico. Así que, aunque el desarrollo de este defecto ocular llevaba estancado unos años, mi nueva graduación me confirmó cómo mi estrecha y obligatoria relación con los libros me había regalado, además de un poco más de conocimiento, un par de dioptrías. Así, mi nueva y nítida visión del mundo desde hace un par d...

¿Dónde llevas los pinceles?

“¿Y dónde llevas los pinceles?” “¿Los pinceles?”, respondí algo confusa, y acto seguido comprendí lo que quería decir y sin que a ella le diera tiempo a responder de nuevo me expliqué mejor: “creo que te refieres a Bellas Artes. Yo hice Historia del Arte, así que estudio a quienes usan esos pinceles, entre otras muchas cosas”. Fue una respuesta bastante simple, e incluso errónea, pero me sirvió para salir del paso y para dejar claro lo más importante: que yo ni pinto, ni dibujo, ni esculpo y que, en definitiva, no soy artista ni tengo pensado serlo. Lo cierto es que no me lo tomé a mal, incluso me resultó gracioso, aunque supongo que no lo es. Quizá porque a lo que vengo estando acostumbrada es a otro tipo de afirmaciones y gestos mucho más contradictorios y molestos cuando por fin respondo a la habitual pregunta de: “oye, ¿y tú que has estudiado?”. Mi experiencia me ha permitido establecer tres posibles respuestas estándar: “¡qué bonito!”, “muy interesante, pero que poca salida tien...

Al mal tiempo, buena música

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Pocas sensaciones me gustan más que escuchar música y sentir como se me eriza cada pelo de los brazos. Aunque siempre me ha gustado mucho disfrutar en soledad de un buen tema, desde que vivo lejos de casa se ha convertido en mi pan de cada día. Llego de trabajar, enciendo el portátil, elijo la canción, me desplomo en la cama sin tan siquiera descalzarme y cierro los ojos. El siguiente paso es el de estirar los brazos y buscar con mis manos una compañía perruna inexistente que me hace sentir triste. Me resigno y le doy al play . Noto como mi mente poco a poco desconecta, haciendo balance del día que prácticamente ha terminado y trayéndome recuerdos, ideas, nuevos planes, y con ellos un sinfín de sensaciones. En general siempre elijo un tema que me sé de memoria, del que ya ni siquiera necesito escuchar la letra porque la tengo tan interiorizada que la canción habla por sí misma, e incluso de mi misma. La canción ya es mía y de mis recuerdos. Podría decir que mi vida tiene una banda ...

El perro de mi infancia

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Aquel día tenía más ganas de llegar a casa que de costumbre, pues según me habían dicho al salir del colegio, al cruzar la puerta me encontraría con una sorpresa: un nuevo miembro de la familia. En realidad, no era el primer perro que entraba a formar parte de mi corta vida, pues ya teníamos una perrita recogida de la calle y, con anterioridad,   habíamos tenido un cachorro precioso que no contaba ni cuatro meses de edad cuando una enfermedad se lo llevó por delante. Por ello, esta era una nueva oportunidad para una, ya por aquel entonces, amante de los animales, además de hija única, de tener un compañero de juegos. Recuerdo como si fuera ahora la emoción con la que recorrí el camino a casa; era un sentimiento puro e imperturbable, pues como todo niño, cualquier preocupación mundana me era completamente ajena. Llegaría a casa y allí estaría mi nuevo amigo; eso era todo lo que ocupaba mi mente, y nada ni nadie podían estropearlo. Entré en el salón tan rápido como pude y por fin ...