El perro de mi infancia
Aquel día tenía más ganas de llegar a casa que de costumbre, pues según me habían dicho al salir del colegio, al cruzar la puerta me encontraría con una sorpresa: un nuevo miembro de la familia. En realidad, no era el primer perro que entraba a formar parte de mi corta vida, pues ya teníamos una perrita recogida de la calle y, con anterioridad, habíamos tenido un cachorro precioso que no contaba ni cuatro meses de edad cuando una enfermedad se lo llevó por delante. Por ello, esta era una nueva oportunidad para una, ya por aquel entonces, amante de los animales, además de hija única, de tener un compañero de juegos. Recuerdo como si fuera ahora la emoción con la que recorrí el camino a casa; era un sentimiento puro e imperturbable, pues como todo niño, cualquier preocupación mundana me era completamente ajena. Llegaría a casa y allí estaría mi nuevo amigo; eso era todo lo que ocupaba mi mente, y nada ni nadie podían estropearlo. Entré en el salón tan rápido como pude y por fin lo v